La Fábula de Aracne o, comúnmente llamada,
Las Hilanderas, es una obra pintada al
óleo por nuestro querido
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, Velázquez para los amigos, en el siglo XVII.
El cuadro aparentemente parece una
escena costumbrista, pero realmente se centra en un
tema mitológico. Aracne era una joven cuya fama se había tejido por su extraordinaria habilidad en el arte de tejer. Tanto se lo creyó que afirmó que su talento superaba al de Atenea.
Atenea, un poco mosca decidió ir a visitar a la muchacha en
forma de viejecita para bajarle los humos y que se
disculpara, pues era la mejor opción. Obviamente, Aracne pasó olímpicamente y le dejó bien claro que la diosa
debía aceptar el reto.
Esto no le moló nada a Atenea, así que allí mismo volvió a su
forma original y le dijo que el
challange comenzaría ya mismo, Aracne aceptó. El tapiz de nuestra diosa no es tan importante, el de la joven sí ya que ella representó algo molesto para Atenea. Se trataba de
“El rapto de Europa”, en el que se dejaba ver cómo su padre, Zeus, usaba diversos
trucos para seducir a mortales y diosas. Atenea, enfadada, convirtió a Aracne en
araña, condenándola a
tejer eternamente.
Finalmente, en
primer plano encontramos a Aracne de espaldas trabajando (derecha) y a Atenea disfrazada de anciana (izquierda) tejiendo aunque en su
pierna destapada se nota que es joven. En el
plano del fondo, observamos el tapiz realizado por Aracne, y ante él, se encuentra Atenea con
coraza y casco y Aracne. De esta forma, Velázquez decide poner la
escena cotidiana en primer plano y el
mito al final. Colocando un
cuadro dentro de otro.